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En Ibiza no hay quien viva

elconfidencial.com, Alfredo Pascual, 05 de marzo – «Los ibicencos ya no podemos vivir en nuestra isla. Los alquileres han subido tanto en los últimos dos o tres años, espoleados por el incremento de turistas, que no podemos permitirnos la vivienda. Conozco a gente que tiene que compartir piso entre cinco o seis personas, incluso médicos, porque pocos pueden permitirse un alquiler de 1.600 euros por un piso de dos habitaciones. En Ibiza vamos a morir de éxito: este verano habrá más turistas que empleados, quizá no se puedan mantener los servicios«.

Este resumen de la dramática situación que sufre la isla lo firma Luis Gonzaga, portavoz de la plataforma de afectados por los alquileres, una asociación que reúne a 8.000 ciudadanos en torno a la necesidad de que se plantee una regulación en las rentas. Han salido en numerosas ocasiones a la calle, protagonizando las portadas de la prensa local, pero aún no han obtenido una respuesta clara de la consejería de Vivienda insular. «Las instituciones las conforman personas que son propietarios de inmuebles y que tienen sus intereses», explica el portavoz.

Las cifras son contundentes al respecto. En estos momentos Ibiza no dispone de ninguna vivienda de protección oficial vacía y, lo que es peor, el precio del metro cuadrado se disparó hace dos años y no tiene visos de amainar. Según datos del portal inmobiliario Fotocasa, la isla del Mediterráneo ya posee el suelo más caro de España con 12,34 e/m2, adelantando a históricos de este ‘ranking’ como San Sebastián (12,17 e/m2) o Barcelona (11,58 e/m2). Así, una casa en Ibiza de 80 m2 tiene un precio de salida de 987 euros, a lo que hay que sumar el sobrecoste habitual por ser un destino turístico de primer nivel. «El precio medio son 1.600 euros al mes, una barbaridad si lo comparas con las principales ciudades de España», lamenta Gonzaga.

No se trata, como sucede en la Costa Blanca y otras localidades de veraneo interior, de un fenómeno que afecte solo a áreas determinadas. Un estudio de Idealista demuestra, tomando tres municipios de referencia como son el centro, Santa Eulalia del Río y Sant Josep de Sa Talaia, que los alquileres han crecido en torno a un 30 % de media desde 2013. Este encarecimiento vertiginoso de la isla ha enfrentado a los vecinos; se trata del viejo conflicto entre propietarios y arrendatarios, una suerte de la lucha de clases marxista con tintes ladrilleros.

A los primeros la situación les favorece enormemente. Héctor P. posee dos casas en el Port de San Miguel, en el norte de Ibiza. Gracias a la primera pudo comprar la segunda: «En 2012, después de tener alojada a una familia nueve años en mi casa, decidí dedicarme solo a los turistas. Con la familia ingresaba en torno a 7.500 euros al año, y el primer verano usándola como vivienda turística, en solo dos meses, hice más de 6.000», explica a este periódico.

Pocos propietarios quieren hablar a los medios de comunicación. Héctor, que prefiere preservar su apellido, comprende la situación que viven sus vecinos, si bien pide respeto para los propietarios: «Nos estamos todo el día pegando en Facebook y en los foros de las noticias. ¿Es que no nos comprenden? Mira, entre mayo y octubre gano mucho más que antes, el triple, incluso aunque tenga la casa vacía durante el invierno. Ya ni me preocupo de las cosas típicas de un casero: compro cada temporada todos los muebles nuevos en Ikea y los tiro al final, porque es una situación muy rentable y yo la aprovecho legalmente. ¿Acaso ellos [los vecinos sin propiedades] no harían lo mismo si estuviesen en mi lugar?», zanja tajante.

Para Gonzaga existen tres causas por las que los alquileres se han despendolado. «Por supuesto, el primero y más importante es el alquiler vacacional. Con el hundimiento de destinos similares como Túnez por problemas de seguridad, Ibiza se ha saturado de veraneantes. Es tan grande la demanda que se alquila cualquier espacio, aunque sea una terraza o una cama por 500 euros, muchas veces incumpliendo la ley», dice el portavoz. «Al hilo también está surgiendo una casta de intermediarios que aterrizan en la isla, alquilan una casa por todo un año y se la realquilan a los veraneantes inflando aún más el precio«, relata Gonzaga. Por último, desde la plataforma de afectados lamentan que exista una importante bolsa de viviendas vacías mientras muchos ciudadanos son incapaces ya no de encontrar un techo económico, sino simplemente un contrato de arrendamiento por un año.

Viviendas vacías y contratos de invierno

Hace tiempo que es imposible encontrar en Ibiza un contrato de arrendamiento como el que tiene cualquier ciudadano del resto del país. Se extienden, como mucho, entre octubre y abril. Los demás meses son «temporada», el lapso de tiempo en el que los ibicencos hacen su agosto con alemanes y británicos. La mayor parte de los propietarios se la juegan a tener vacía la casa durante el invierno porque les salen las cuentas. En este punto es en el que quiere actuar el Instituto de la Vivienda Balear (IVIBA): «Estamos tramitando una ley, que está en fase de alegaciones, que tiene por objeto que cualquier vivienda que lleve dos años vacía deba ser cedida al parque de vivienda pública», dicen desde la institución. La idea pasaría por comprobar los suministros (luz, agua) para comprobar si el inmueble alberga vida y, en caso contrario, fijar para ella un precio regulado al mismo nivel que la de protección oficial. Además, el consejero de vivienda ha pedido expresamente al Ministerio de Fomento que se cedan a Ibiza un 20 % de las viviendas adquiridas por la Sareb tras promociones inmobiliarias fallidas.

El caso de la belga Alexandra Duchateau sirve para evidenciar el déficit de viviendas. Llegó hace 23 años a la isla para trabajar como animadora infantil en los hoteles de la zona. Durante años estuvo cambiando de domicilio cada verano pagando como mucho 600 euros al mes «y ya era caro», dice. En 2006 se mudó a trabajar unos meses a Inglaterra y a su regreso la situación había cambiado: «Tardé mucho en encontrar un piso, en San Antonio, y me costaba 700 euros. Ahí empecé a ver un cambio grande», afirma a este periódico. «Por entonces yo era cajera, cobraba 800 euros y no podía mantener a mis dos hijos, así que tuve que mudarme a un estudio de una sola habitación por 500 euros».

Aquí empezó su calvario. Los servicios sociales de Baleares se presentaron en su casa y le dijeron que perdería la custodia de su hijo menor si no encontraba un inmueble que tuviese al menos dos habitaciones. «Conseguí trabajo en una inmobiliaria y me cambié a un piso que me ofreció mi jefe. Luego descubrí que todo el edificio estaba embargado por Hacienda; cada vez que venían de Endesa porque teníamos la luz enganchada nos teníamos que esconder en la cocina mis hijos y yo», explica. Ante semejante panorama, Alexandra tiró la toalla y se marchó a Italia con una hermana: «Pero mi hijo pequeño quería volver; se ha criado en Ibiza, allí están sus amigos, su equipo de baloncesto… y regresamos».

Aterrizaron en las Pitiusas en junio de 2016. Esta vez no encontró piso. «Estaba dispuesta a pagar hasta 900 euros por 20 m2, pero nada. Durante meses estuvo viviendo en una tienda de campaña instalada en el jardín de una señora a la que cuidaba los niños. «Los caseros en Ibiza están muy atentos al número de personas que viven en cada casa. Si creen que hay más de una familia, te suben inmediatamente el alquiler, así que preferí estar en el jardín para no causarle problemas», sostiene la belga, que aporta incluso una imagen de los escasos pertrechos con los que vivía por entonces.

Después de «poner anuncios, dejar papeles en las casas vacías e intentar alquilar las pocas viviendas que salían al mercado y se colocaban en 20 minutos», Duchateau encontró donde vivir con su hijo por 600 euros al mes. Tiene truco: el propietario, un ciudadano británico, solo le firmó hasta agosto, pero se ha arrepentido y quiere desalojarla. «Dice que me tengo que ir con la excusa de que vivimos 50 personas, pero solo estamos dos, y la mayor parte del día estamos fuera». El motivo es, una vez más, el lucrativo verano ibicenco: «Me ha ofrecido quedarme los seis meses de temporada por 12.500 euros, a más de 2.000 euros mensuales» dice la belga, que para colmo ha descubierto que está realquilada.

Renunciar al trabajo por falta de techo

Isabel Llácer ha trabajado desde 2007 como profesora de italiano en la Escuela Oficial de Idiomas de Formentera, la isla aledaña a Ibiza. Al principio, como tantos otros docentes destinados en Baleares, compartía piso con una compañera por 500 euros. Dos años después se trasladó sola; pagaba 600 euros por una habitación, pero se lo podía permitir con su nómina de 1.900 euros netos. «Al tiempo mi casero me dijo que tenía que irme porque iba a vender el piso. Era mentira, al año siguiente lo alquiló por mucho más dinero», indica Llácer.

Hace tres años tuvo un hijo y se vio obligada a descartar los apartamentos-estudio, la gran baza de alquiler en la isla. «No podía meterme con mi pareja y el niño en una sola habitación, así que me puse a buscar y nada. Pero nada. Tuvimos que aceptar un pequeño apartamento en Platja d’en Bossa por 700 euros que de los grifos salía agua salada. Y, claro, solo hasta abril, porque la temporada cada vez es más larga», afirma la profesora.

Llácer siguió buscando mejorar su situación, preguntando a alumnos y amigos sobre pisos vacíos, sin éxito. Trató de volver a su primer piso para descubrir que la renta que eran 600 ahora se habían convertido en 1.600 euros. Al final tuvo que renunciar a la plaza en la escuela y a su vida en Ibiza para regresar con su familia a Valencia. «Con 1.900 euros se puede optar a un buen alquiler en cualquier lugar de España, pero no en Ibiza. Al haber renunciado a mi plaza, asumo que tengo muy pocas posibilidades de regresar».

Sin espacio para los funcionarios

Los profesores son uno de los colectivos más afectados por la crisis de vivienda ibicenca. Llegan a la isla en agosto o septiembre, pocos días antes de comenzar el curso, que es también la época caliente del turismo. A menudo tienen que meterse en pabellones o apelotonarse en pisos de compañeros. Rafael Sancho, secretario general de enseñanza en CCOO Baleares, explica someramente el problema: «Los profesores se incorporan en septiembre, pero casi ninguno encuentra alojamiento antes de octubre. Y al final del curso es aún peor, porque las evaluaciones se hacen en junio y la mayoría de docentes tienen contratos de arrendamiento solo hasta mayo. Hemos pedido oficialmente a los colegios que habiliten salas para que los profesores pernocten ese último mes», señala el sindicalista. «La realidad ahora mismo es que ningún profesor quiere venir a Ibiza».

Los médicos y los policías se encuentran igual. «El problema con los policías es salvaje. Escríbelo así: salvaje, escalofriante. Nos ofrecen habitaciones por 1.200 euros y balcones por 500. Los políticos nos han dejado tirados», afirma David Pola, secretario regional de la Confederación Española de Policía de Baleares. Pola advierte que de las 210 plazas de policía nacional que ofrece la isla solo están cubiertas el 80 %. «Nadie quiere venir, Ibiza es uno de los lugares de más difícil provisión. Los que están no pueden salir, porque al no renovarse las plazas, nadie puede suplirlos. Es una situación escandalosa la de Ibiza, y tiene visos de extenderse al resto de islas Baleares», advierte Pola. Ambos colectivos coinciden en sus peticiones: que los próximos Presupuestos Generales del Estado reconozcan a los funcionarios destinados en Baleares el máximo complemento salarial, que corresponde a las islas más pequeñas de Canarias.

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