Un 99% de los edificios padece grietas y fisuras en sus fachadas, un problema que afecta a su envejecimiento prematuro y que puede causar problemas más graves relacionados con la filtración de humedades o la pérdida innecesaria de energía, según datos de Propamsa, la compañía experta en soluciones innovadoras para una construcción saludable.
Teniendo en cuenta que el parque inmobiliario español envejece a un ritmo del 3,3% anual, que más del 80% de los edificios tiene más de 18 años y casi la mitad supera los 40 años de antigüedad -según datos de Andimac-, la aparición de fisuras o grietas es uno de los problemas más habituales y que más preocupa, pues prácticamente la totalidad de edificios las padece. Más aún, si estas grietas afectan a la fachada, la parte más visible y expuesta al exterior.
La tipología de estas fisuras es diversa y está causada por diferentes problemas, pero todas ellas afectan a la salubridad del edificio, pues son vías de entrada de humedad que pueden penetrar en el interior de las viviendas provocando pérdidas energéticas desagradables, incrementos en el gasto de la factura o incluso problemas más graves en la estructura.
Sin embargo, aunque siempre requerirán de un análisis experto previo para determinar su causa y establecer el procedimiento más adecuado para su reparación, los expertos advierten de que debemos extremar la precaución sobre las grietas más gruesas, profundas y no estabilizadas, es decir las que además crezcan sobre la superficie.
Fisuras, de más a menos peligrosas
En esta línea, Propamsa ha clasificado por orden de peligrosidad o de mayor relevancia, las fisuras que pueden aparecer en las fachadas de nuestros edificios, siendo las estructurales -las que surgen de forma vertical, horizontal o dibujando estrías – las más comprometidas por ser profundas y atravesar diferentes capas de las que se compone el muro del edificio. Estas pueden deberse a movimientos en la estructura (obras, tráfico, movimiento del terreno, terremotos…) En estos casos, siempre deberán ser diagnosticadas por un técnico y verificar si están estabilizadas o no antes de su correcta reparación.
En un segundo nivel se situarían las que se producen debido a la dilatación de los diferentes materiales que componen una edificación por los cambios de humedad y temperatura. Estas pueden aparecer de manera oblicua en huecos de puertas y ventanas, así como también de manera longitudinal o vertical en los vértices de encuentros de columnas.
Finalmente, encontraríamos las fisuras más superficiales, de retracción o cuarteamiento, las que solo afectan al revestimiento y que pueden estar causadas por temperaturas elevadas durante su aplicación o problemas de adherencia al muro, que en ese deberán también reparrse para hacerlo más estable.
Adiós a las preocupaciones
Precisamente, para acabar con las fisuras, existen diferentes soluciones que, entre otras cosas, pueden incluir la posibilidad de picar la fachada o la instalación de un Sistema de Aislamiento Térmico por el Exterior (SATE) para evitar las pérdidas energéticas.
No obstante, si no es necesario mejorar la capacidad aislante del edificio, también existen sistemas integrales más sencillos que, además de reparar las fisuras, protegen y aportan una renovada imagen al inmueble. Todo ello en apenas unos días y sin necesidad de incurrir en gastos asociados a la retirada de escombros, pues tampoco requieren picar la fachada.
Según David Rodríguez, responsable técnico de producto en Propamsa, “todas las fisuras y grietas en mayor o menor medida son peligrosas por la penetración de humedad al interior y por las perdidas energéticas que producen. No obstante, hay que considerar que existen soluciones integrales y sostenibles que devuelven a las fachadas de nuestros edificios un aspecto saludable. Así, consiguen detener su envejecimiento y prolongar su vida útil, además de darles un lavado de imagen que también afectará a su revalorización”.