Hay cosas curiosas que pasan en los edificios. Y no hablamos de apariciones fantasmales, ni de vecinos ruidosos que nos hacen la vida imposible. No, hoy estamos aquí para hablarte de una curiosidad arquitectónica, que suele darse en muchos edificios, especialmente de Barcelona, en los bloques del característico Eixample.
¿Sabías que algunos de estos edificios tienen su primer piso en un tercero? Pero empecemos por el principio. Como ya sabes, el promotor de barrio de particular construcción y distribución fue Ildefons Cerdá. El arquitecto ganó el concurso en 1863 porque el Gobierno Central le dio su bendición. El proyecto alternativo, y que en realidad era el preferido por parte del Ayuntamiento, fue el de Rovira y Trías. Y era mucho más ambicioso en cuanto al volumen de vivienda construida.
El proyecto del Eixample de Cerdá y sus edificios
El de Cerdá, en cambio, apostaba por espacios mucho más amplios y menos densos. Algo que al Gobierno central le venía al pelo, porque temían un crecimiento acelerado de la ciudad de Barcelona, por contraste con la capital, que era Madrid. Uno de los objetivos del plan de Cerdá, además, era el de construir una urbe higiénica (en la que no proliferaran las enfermedades, como sucedía dentro de las murallas), que resultara cómoda para pasear (a pie o en coches de caballos, por aquél entonces) y que fuera más igualitaria, en el sentido de que todos los ciudadanos pudieran disfrutar de jardines y no solo los ricos. Algo de ese espíritu hay en las polémicas Superilles de Barcelona.
Pero, ¿por qué los edificios tienen su primer piso en un tercero?
Por si no lo sabías, te diremos que el plan de Ildefons Cerdá era exhaustivo a todos los niveles. Por eso realizó un buen número de cálculos, con distintos propósitos, como por ejemplo:
- Que todas las plantas del edificio recibieran las mismas horas de sol
- Que los edificios no se hicieran sombra los unos a los otros
Esto implicaba una medición exhaustiva de las dimensiones y alturas de los edificios. Por eso nos encontramos con edificios con techos tan altos. Todas estas indicaciones empezaron a ser un tanto incómodas para los constructores, que lógicamente buscaban el máximo rendimiento. Las deformaciones en los edificios comenzaron a hacerse realidad, de modo que los arquitectos se las ingeniaban para que construir de tal modo que se evitara la proyección de sombra, por ejemplo. Y lo consiguieron.
Entresuelo, principal, ático, sobreático
También lo hicieron añadiendo plantas con nombres un tanto eufemísticos: entresuelo, principal, ático, sobreático… Venían a sustituir los preceptivos primero, segundo, tercero, etcétera. Por aquel entonces, el Ayuntamiento de Barcelona, que ya tenía la mosca detrás de la oreja con las libres interpretaciones del proyecto de Cerdá, decidió prohibir cualquier construcción que contara con más de cuatro plantas.
De este modo, aunque la primera, la segunda fueran rotundamente plantas, pasarían a llamarse entresuelo y principal, pudiendo alcanzar edificios de hasta ocho plantas, que era lo que justamente quería evitar Cerdá y el Ayuntamiento. La ambigüedad de la legislación de entonces hizo que esto fuera posible y que hoy hayamos adaptado como naturales los nombres de estas plantas.