En las últimas cuatro décadas, la población no ha dejado de aumentar en España. Desde 1975 hasta 2021, somos un 38 % de ciudadanos, o lo que es lo mismo, pasamos de tener 34,2 millones de habitantes a los 47,3. Sin embargo, este incremento poblacional no se ha materializado de manera homogénea por los distintos territorios. Nada más lejos de la realidad. Los movimientos migratorios han tenido un papel clave para agudizar las desigualdades. Está claro: no vive la misma gente en una ciudad periférica de Madrid o Barcelona, que en un pueblo en Soria o Albacete.
Mira en este gráfico las provincias que han ganado y perdido población en España entre 1975 y 2021:
Las zonas rurales han sufrido y sufren los efectos de esta despoblación y ahora, cuando hablamos de estos lugares, les ponemos una etiqueta: la España vaciada. Vaciada de gente, sí, pero también vaciada de servicios, infraestructuras y muchas otras comodidades, que a pesar de serlo, no dejan de resultar básicas para la vida de las personas. Nos referimos, por ejemplo, a la falta de hospitales, escuelas, tiendas o bancos.
El envejecimiento de la población es otro factor a tener en cuenta. Los jóvenes se siguen marchando a las ciudades en busca de oportunidades y las personas mayores se quedan, pero sus pueblos cada vez tienen menos que ofrecerles. Sin embargo, en los últimos dos años, la irrupción de la pandemia ha motivado un repentino interés por las zonas rurales. Y aunque ahora, con la recuperación, esta tendencia se ha moderado, no son pocos los que deciden liarse la manta a la cabeza para comenzar a poblar aquellos municipios que, a pesar de tener pocos servicios, constituyen parajes naturales poco comunes.
Ofrecen paz, tranquilidad y, en definitiva, una nueva manera de vivir la vida. Los pueblos de la España vaciada han estado aquí siempre, pero hasta ahora no les habíamos prestado demasiada atención. Hoy queremos hablarte de siete pueblos de la España vaciada que son todo belleza. ¿Te vienes a descubrirlos con nosotros?
1. Berlanga de Duero (Soria)
Por su término municipal discurre el río Duero, pero también sus afluentes Escalote y Talegones. El municipio se encuentra situado al sur de la provincia de Soria, con un clima mediterráneo continental. Ocurre, sin embargo, que debido a su altitud, los inviernos en Berlanga de Duero son largos y duros, con temperaturas mucho más bajas que en la media de España. La actividad económica más común es, sin duda, la agricultura, pero aquí manda la tradición de la vid. Su población no supera los 900 habitantes, lo que no impide que en este pequeño pueblo se conserven auténticas maravillas de la arquitectura tradicional. Las calles aportaladas, con edificios de adobe y entramado de madera o las casas con blasones, además de su perfecta integración con la naturaleza hacen que este sea un pueblo para quedarse a vivir. La Colegiata de Santa María del Mercado, el Castillo, la Puerta de Aguilera o el Palacio de los marqueses de Berlanga forman parte de su patrimonio.
2. Granadilla (Cáceres)
Pero si tenemos que hablar de perfecta integración de naturaleza y patrimonio, debemos dirigirnos a Granadilla, un pueblo de la provincia de Cáceres que fue antiguo señorío de Granada y villa amurallada de origen feudal. El pueblo fue desalojado a mediados del siglo XX porque se encontraba en una zona inundable del embalse de Gabriel y Galán. Nunca ha sido inundado y en 1980 fue declarado Conjunto histórico artístico, además de incluirse en el Programa de Recuperación de Pueblos Abandonados. De hecho, sus antiguos vecinos están luchando continuamente por volver. Se trata de una joya medieval, con una zona natural de gran atractivo, perfecta para el avistamiento de aves. Muy cerca está, además, el Centro de Cría de Lince ibérico y otras maravillas naturales que te sorprenderán.
3. Balboa (León)
Atento a este otro pueblo, porque te encantará. Se trata de Balboa y se encuentra situado en la provincia de León. Su población es mínima. 287 habitantes, de modo que es perfecto para cualquiera que busque un paraíso rural con escasos vecinos. Es uno de los municipios leoneses en los que se habla gallego y disfruta de una arquitectura tradicional poco común. Entre su patrimonio encontramos el castillo de Balboa, fechado en el siglo XIV, la iglesia de Santa Marina, de estilo renacentista y origen románico y La Casa de las Gentes, un foro para la reivindicación de la cultura rural. Pero por supuesto, lo que más llama la atención de propios y extraños son las pallozas, construcciones de planta circular u oval, de entre diez o veinte metros de diámetro, con paredes bajas y cubiertas por un tejado cónico de hecho de tallos de centeno, que remata un pico. Se trata de una construcción típica de los Ancares leoneses y lucenses.
4. Aínsa (Huesca)
Puede que Aínsa te suene, porque es un pueblo que puedes encontrar a medio camino, si te diriges al Pirineo para esquiar o disfrutar de la montaña. Se trata de un municipio aragonés, situado en la provincia de Huesca, en la comarca de Sobrarbe. Cuenta con poco más de 2.000 habitantes y está declarado Conjunto Histórico-Artístico desde 1965 gracias a su casco histórico, de distribución medieval. Es un centro turístico y aunque estacionalmente está poblado por turistas, tiene épocas (la mayor parte del año) en los que ofrece a sus vecinos una vida tranquila y apacible. La construcción de pantanos y presas, además de otros sistemas hidráulicos para la producción de electricidad llevaron a la expropiación de muchas tierras de cultivo, lo que provocó la emigración de sus habitantes. La cercanía de los parques naturales de Ordesa y Monte Perdido y Sierra de Guara han reactivado la actividad, especialmente la del turismo y los deportes de aventura.
5. Combarro (Pontevedra)
Nos desplazamos todavía más al Norte para llegar a Combarro, un municipio de la provincia de Pontevedra, que se encuentra a tan solo siete kilómetros de la capital y de Sanxenxo. Es un típico pueblo marinero, con una zona vieja preciosa, con una gran cantidad de hórreos y cruceros. La iglesia parroquial suma a este conjunto, declarado como Conjunto Histórico y Sitio Histórico. A todo esto hay que añadir uno de sus principales e innegables atractivos: el mar. Hasta hace bien poco la localidad era poco conocida por el turismo, hoy la afluencia es mayor, pero en temporada baja, el pueblo sigue conservando su esencia y contando con menos de 1.600 habitantes.
6. Aýna (Albacete)
Aýna es un escenario de película. Y nunca mejor dicho, porque aquí se ha rodado una de las películas más célebres del cine español: Amanece que no es poco, de José Luis Cuerda. De hecho, hay una ruta turística que invita al visitante a descubrir algunos de los lugares en los que se grabó la cinta. Pero esto no es todo. Este municipio albacetense bautizado como ‘la Suiza manchega’, en el que habita fauna emblemática, como la Cabra Montes, reina de las cumbres de Aýna, junto a los jabalíes, garduñas, zorros, gatos monteses, liebres y ardillas. Una delicia de lugar en el que, además de disfrutar de los paisajes y los animales, uno puede deleitarse con su rica gastronomía. En la misma villa podemos encontrar otros puntos de interés, como la Cueva del Niño, la Ermita de Nuestra Señora de los Remedios, El Barranco o el Rincón de la Toba.
7. Brihuega (Guadalajara)
Y terminamos este bello recorrido en Brihuega, un municipio de la provincia de Guadalajara, con poco más de 2.400 habitantes. El municipio, que está a 32 kilómetros de la capital, tiene otras entidades menores, en las que también se puede encontrar vivienda. Son Archilla, Balconete, Castilmimbre, Cívica, Fuentes de la Alcarria, Hontanares, Malacuera, Olmeda del Extremo, Pajares, Romancos, Tomellosa, Valdesaz, Villaviciosa de Tajuña y Yela. El municipio fue declarado conjunto histórico-artístico por su casco histórico, que abarca la iglesia de San Felipe, la iglesia de San Miguel, la iglesia de Santa María de la Peña y los restos de la antigua iglesia de San Simón. Otra curiosidad: ¿sabías que en Brihuega se produce el 10 % de lavanda que se necesita en el mundo para tratar y producir perfumes? Unas mil hectáreas de lavanda hacen de este un auténtico paraíso del color y de los aromas: algo así como estar en plena Provenza francesa. Es en julio cuando comienza el espectáculo. Y te alucinará.