La edad es un dato que nos solicitan siempre que vamos a pedir una hipoteca. Incluso es necesaria para hacer una simple simulación. ¿Por qué? Pues porque para el banco, la edad determina, en parte, la garantía de pago del deudor. Y no es el único factor que tienen en cuenta para determinar si deben o no conceder una hipoteca. También se estudia la profesión, el tipo de contrato de trabajo que tienen, las características de la familia o la capacidad económica, que se refleja de manera objetiva en la última declaración de la renta.
Del mismo modo que es mucho más fácil que concedan una hipoteca a un funcionario (con trabajo e ingresos fijos), también es más sencillo que concedan una hipoteca a aquellas personas que tienen entre 35 y 45 años. La mayor parte de ciudadanos que se encuentran dentro de esta franja de edad ya han conseguido una estabilidad económica, tienen trabajo y ya han podido acumular algunos ahorros. Además, y esta cuestión no es baladí, todavía están a tiempo de seguir pagando una hipoteca por largo tiempo, cosa que puede no suceder en aquellas personas que ya tienen una edad avanzada. Aunque, como puedes imaginar, todos es cuestión de estadística.
La mejor edad para pedir una hipoteca: entre 35 y 45 años
Una de las razones por las que las entidades bancarias tienen en cuenta la edad de los futuros hipotecados es porque necesitan garantías. ¿Serán capaces de devolver el dinero que le hemos prestado? La respuesta a esta pregunta se basa en una serie de generalizaciones que, aunque tienen un carácter estadístico, resultan fiables para realizar los cálculos y estimaciones.
La mayor parte de personas con edades comprendidas entre los 35 y los 45 años ya tienen un trabajo estable, de modo que pueden asumir las cuotas hipotecarias con facilidad. Además, superada la más tierna juventud, han conseguido ahorrar y pueden aportar parte de este dinero para entrada de la vivienda.
Además, y a no ser que un imprevisto lo trunque todo, estas personas todavía son jóvenes para seguir pagando durante años. De este modo, todavía es posible que se concedan hipotecas a 25 o 30 años sin problemas, lo que les permite conseguir unas cuotas relativamente cómodas para el pago del préstamo.
¿Cuáles son las edades más críticas a la hora de conceder una hipoteca?
Del mismo modo que esa es la edad más idónea, también existen algunas edades que resultan especialmente críticas, a juicio de las entidades bancarias. Las personas de menos de 35 años, especialmente si están en la franja de los 20, acostumbran a tener empleos menos estables y puede que todavía tengan problemas para pagar una cuota mes a mes.
Sucede lo mismo con las personas mayores. A medida que van acercándose a la edad de jubilación, sus perfiles son menos atractivos para los bancos, que suelen tener como edad límite los 65 años. Consideran que a mayor edad, más riesgo existe de que esa persona no pueda pagar las cuotas, de modo que si se concede un préstamo de estas características, lo más lógico es que el plazo de amortización se alargue, como máximo, en diez años.
¿Qué otros factores se tienen en cuenta más allá de la edad?
Pero ojo, aunque la edad es un factor muy importante, no determina categóricamente si se va a conceder el préstamo o no. Las entidades bancarias tienen en cuenta muchas otras variables, como por ejemplo:
- El importe solicitado para el préstamo (no debe superar el 80 % del valor de la vivienda)
- La entrada que pueda aportarse en el momento de la apertura del préstamo
- Quiénes serán los titulares del préstamo (si es una pareja casada, si es soltero…)
- Si se dispone de patrimonio con el que se pueda responder ante el impago
- El tipo de empleo (funcionariado, autónomo, trabajador por cuenta ajena…)
- La situación personal y familiar
- El nivel de endeudamiento (si ya se tienen otros créditos)
Es posible que la entidad bancaria tenga en cuenta muchos otros factores personales y puntuales, que no tienen porque entrar en esta lista de generalidades. Sea como sea, el estudio será intenso y determinará, junto a la edad, la idoneidad de concederte o no el préstamo. ¡Suerte!