La diferencia de renta relativa entre la región más rica y la más pobre en España se ha reducido a la mitad desde 1955 a 2018, periodo en el que el empleo se ha convertido en el factor determinante de la divergencia y en el que Madrid ha desplazado al País Vasco, desde 1978, de la primera posición de renta per cápita, mientras que en los últimos lugares se sitúan Andalucía y Extremadura.
Así se desprende del último estudio realizado por Fedea sobre la evolución de la economía de las comunidades autónomas, elaborado por Ángel de la Fuente, en el que analiza los determinantes inmediatos de las disparidades de renta per cápita entre comunidades autónomas.
En concreto, señala que la distancia entre los dos extremos de la distribución de la renta se ha reducido a la mitad en el periodo, al pasar de más de 124 puntos en 1955 hasta los 6 en el año 2018, y constata que las regiones más pobres han mejorado su situación relativa durante el período, mientras que las más ricas generalmente han perdido terreno. Por ello, Fedea constata «un proceso de convergencia regional o reducción de las disparidades de renta por habitante».
De hecho, en 1955 la región más rica era el País Vasco, seguida de Madrid, Cataluña y Navarra, mientras que las más pobres eran Extremadura, Galicia, Castilla-La Mancha y Canarias. En 2018, las regiones que ocupan los extremos del ranking de renta siguen siendo en buena parte las mismas, aunque con algunas novedades y pequeños cambios en su ordenación.
Madrid desplaza al País Vasco de la primera posición, y les siguen Navarra, Cataluña y Aragón, al tiempo que Andalucía reemplaza a Galicia en el penúltimo lugar. En el ultimo puesto se sitúa Extremadura.
El empleo, factor determinante
El estudio explica que en la mayor parte de las comunidades, el grueso de la variación de renta relativa entre el comienzo y el final del período se debe a la evolución del componente de productividad, que pierde importancia como fuente de disparidades de renta.
La distancia entre los extremos en términos de esta variable se redujo desde 97 puntos en 1955 hasta 30 en 2018. La situación es muy distinta en el caso del componente de ocupación, donde la distancia entre los extremos aumenta desde 24 hasta 40 puntos.
En este sentido, constata el peso creciente que ha ido adquiriendo el factor de empleo como fuente de las disparidades de renta por habitante entre comunidades autónomas, ya que mientras que las productividades regionales han convergido a buen ritmo durante casi todo el período analizado, las tasas de ocupación de las regiones más pobres han caído en términos relativos, dificultando su avance hacia niveles de renta cercanos al promedio nacional y ralentizando el proceso de convergencia.
Como resultado, la desigualdad territorial de la renta ha dejado de ser un problema casi exclusivamente de productividad para convertirse en un problema fundamentalmente de empleo.
El deterioro del factor de ocupación relativa, por su parte, es especialmente importante en un grupo de comunidades de renta intermedia (Asturias, Valencia y Cantabria) y en Extremadura, Canarias y Andalucía, donde modera los efectos de las ganancias de productividad. El fenómeno opuesto se produce en Madrid y en menor medida en Cataluña y el País Vasco, donde la mejora del empleo mitiga los efectos de la caída de la productividad relativa.
Finalmente, el factor demográfico tiene un efecto positivo importante en Canarias (y en menor medida en Andalucía) donde la relativa juventud de la población pasa de ser un hándicap a una ventaja en términos del peso de la población en edad de trabajar en un contexto de envejecimiento generalizado.