El incremento en el precio de las energías, especialmente de la luz y el gas, han disparado el interés (aunque no se haya materializado en instalaciones todavía) de alternativas eficientes. Mucho más ahora que llega el frío y que serán muchas las familias que experimenten problemas a la hora de asumir las facturas energéticas.
Cierto es que en los últimos años, los consumidores están cada vez más interesados en la eficiencia de las viviendas que compran, especialmente si son de obra nueva. Sin embargo, todavía son muchas las viviendas que cuentan con sistemas de calefacción que beben de fuentes de energía no renovables.
Pero, ¿hay alternativas? Por supuesto. Aunque muchas exigen una inversión más o menos considerable, pueden amortizarse a medio y largo plazo con relativa facilidad. Y lo que es mejor: nos ayudan a contribuir a reducir las emisiones globales y, por supuesto, a aportar nuestro granito de arena para frenar los estragos del cambio climático. Veamos cuáles son.
Energía solar
Seguramente sea la más popular y evidente. De hecho, a estas alturas ya hay muchas empresas que proponen la instalación de placas solares en las viviendas para conseguir agua caliente sanitaria. Buena parte de esta irá directamente a la calefacción y, por tanto, nos ayudará a conseguir un ahorro importante en el consumo. Debes saber que, aunque depende de la zona en la que se encuentre tu vivienda, una instalación de energía solar puede llegar a cubrir casi el 50 % de la demanda de energía en el hogar. Si esta, además, se combina con radiadores de alta eficiencia (con un acumulador de doble serpentín para intercambiar calor), conseguiremos calentar nuestra casa de una manera doblemente rentable.
Energía eólica
Es menos habitual en viviendas, pero puede ser una opción. No obstante, solo se recomienda en viviendas unifamiliares aisladas y situadas en zonas especialmente ventosas: una conjunción muy particular. Pero se trata de que sea rentable. Con la energía obtenida a través del viento, los minigeneradores eólicos pueden producir energía suficiente como para bombear agua. Seguramente no sean la opción más rentable para la mayoría.
Biomasa
Seguro que has oído hablar sobre estos sistemas de calefacción últimamente. Los que funcionan con biomasa usan como combustible recursos naturales, como cáscaras de frutos secos, pellets o incluso huesos de aceituna. Al combustionar no producen emisiones tóxicas, pero sí mucha energía calorífica, lo que también compensa al bolsillo. Hay que tener en cuenta, eso sí, que para la instalación del sistema será necesaria la instalación de una caldera, cuya adquisición no será especialmente barata.
En este caso, conviene tener en cuenta las características de la vivienda, el uso que vamos a darle a la caldera y el coste de la inversión. Otra alternativa, si queremos combinar este sistema con otros, es la de las estufas de pellet. Por otra parte, conviene tener en cuenta otra cuestión: no es pellet sostenible todo lo que reluce. Al comprar este combustible conviene hacerlo siempre asegurándonos que la procedencia es sostenible y que la madera no está tratada químicamente.
Aerotermia
La aerotermia es tendencia. Este sistema basa su funcionamiento en una bomba de calor que saca energía de un lugar para llevarla a otro. El aire se extrae del exterior y pasa al agua sanitaria o del sistema de calefacción. ¿Lo más ventajoso? Que además de ser un sistema eficiente, puede rendir al máximo tanto en invierno como en verano.
Geotermia
La geotermia se aprovecha de los cambios de temperatura entre el interior de la tierra y la superficie. Este sistema de calefacción seguramente es menos conocido, pero debes saber que funciona obteniendo el calor de los suelos, rocas y aguas subterráneas. Puede instalarse en viviendas unifamiliares, pero también en edificios residenciales, de oficinas o colegios. Dependiendo del edificio y el tipo de instalación, será necesario instalar un circuito con tuberías, cuya ventaja es mantener – como la tierra – una temperatura constante sea cual sea la época del año.